lunes

Observándolo llegar desde el primer piso, dio media vuelta y se enfrentó a su armario. Antes de que pudiera llegar a tocar el timbre ella bajó las escaleras y esperó detrás de la puerta. Vestía ropa de algodón, y aparentaba unos quince años. Al escuchar el sonido, abrió la puerta.
-Hola.
-Hola.. -dijo con voz baja, tímida.
-¿Qué nos pasa?
-Nada.. nada.
-Tranquila bonita... estoy acá, y me voy a quedar acá... estoy para vos.
Él la rodeó con sus brazos como siempre, la llenó de besos, le dio confianza. La sentó a su lado para escucharla, y le enseñó calmar su respiración. Y prometió que volvía al día siguiente.
Observándolo llegar desde el primer piso, dio media vuelta y se enfrentó a su armario. Él tuvo que golpear varias veces antes de que se abriera la puerta. Ella apareció en pijamas, despeinada, descalza.
-¿Dormías?
-Mhm.. pasá..
Él la siguió a través de los pasillos y ella volvió a la cama, abrazándose a un peluche. Él sonrió y le acarició la cabeza, generando que ella se enroscara sobre si misma y después se arrastrara hasta su falda, para quedar dormida sobre sus piernas.
-Qué tierna... me encanta verte así...
Dijo que tenía ganas de verla de nuevo al día siguiente.
Observándolo llegar desde el primer piso, dio media vuelta y se enfrentó a su armario. Esperaba detrás de la puerta antes de que él llegara. Y ni bien golpeó, pudo verla. Vestía ropa de cuero, cadenas, borcegos. Colgaban látigos de sus caderas, y sus uñas estaban pintadas con esmalte negro.
-Al fin.
Él levantó una ceja. No fue necesario decir nada más.
-¿Por qué hiciste eso?
Él bajó la cabeza, sin saber qué contestar, dolido.
-Contestame... -le insistió, rodeándolo.
Y él respondió con la voz quebrada. -...Perdón.
Dijo que necesitaba volver a verla... que haría lo imposible, que no volvería a fallarle.
Observándolo llegar desde el primer piso, dio media vuelta y se enfrentó a su armario. Vestía de persona normal cuando la vio, y recordando la noche anterior, bajó la cabeza y la apoyó sobre su hombro. Ella le palmó la espalda, lo abrazó y lo recostó en el sillón.
-Tranquilo... no pasó nada...
-Tengo miedo.
-Va a estar todo bien... yo sé que vas a estar bien, que vamos a estar bien.
Lo abrazó y cuidó de él hasta la medianoche, y después lo acompañó hasta la casa, asegurándose de que entrara sano y salvo. Le dijo que lo esperaba, y le besó la frente.
Observándolo llegar desde el primer piso, dio media vuelta y se enfrentó a su armario. No olvidó tirar la llave por la ventana... que cayó exactamente sobre su palma. Él entró, y al no haber nadie ascendió a la habitación. Lo esperaba vestida en lencería, y tuvieron sexo. No dijo nada sobre una próxima vez, pero dejó los forros.
Observándolo llegar desde el primer piso, dio media vuelta y se enfrentó a su armario. Ese día fue otra persona normal. Escucharon música, se rieron, al rato finalmente se encontraron. No fue necesario que se dijeran nada, ni tampoco besarse, ni tener sexo. Simplemente se compartieron, y se fue, diciéndo que la había pasado bien y que se veían pronto.
Observándolo llegar desde el primer piso, dio media vuelta y se enfrentó a su armario.



-¿Cómo hago?
-Sé paciente.
-Los quiero a todos.
-Él es todos.
-No al mismo tiempo. No pudo decirme nada cuando estabamos bien.
-No quiso decirte nada.
-Pero fue tan dulce la otra vez... cuando yo estaba tierna.
-Y la pasaste tan bien la otra vez, cuando estabas en lencería.
-Por eso... no puede ser todo eso a la vez? No puedo terminar de hacer el amor y que me digan que me aman?
-Sí claro... por supuesto... Solo tenes que encontrar el estado adecuado...
-¿Y si no soy capaz? Si no puedo generar la respuesta que quiero...
-Vas a tener que aceptar la respuesta que generás por naturaleza.
-¿Y si no me gusta lo que yo le genero, y prefiero quedarme con los disfraces?




Él golpeó bastante esta vez.
-Dale... sé que estás ahí. Abrime.
-No quiero.
-Esto es nuevo...
-No, no es nuevo. O bueno, sí. Pero podrías haberte dado cuenta.
-¿Estás con los látigos hoy?
-No...
-¿Y a quién voy a ver?
-No.... no sé si....
-¿Qué pasa bonita?
-No sé qué pasa. Ojalá que por lo menos siga pasando. No sé. No entiendo. Tengo miedo.
-Te voy a abrazar entonces... sabés que quiero cuidarte...
-No pero me abrazás si estoy tierna o dolida, y hoy no estoy tierna ni dolida, estoy asustada.
-También puedo abrazarte asustada. ¿Qué pasa?
-No... a vos, qué te pasa.
-Sabés lo que me pasa.
-No... lo supe... cada vez que reaccionaste distinto...
-Tenés miedo de cómo vaya a reaccionar.
-No. -dijo, y miró su propio cuerpo desnudo detrás de la puerta, mientras trataba de darse a entender.- Tengo miedo de lo que puedo hacerte. De que dejes de elegirme después. Tengo miedo de encontrarme con que prefiero ser solo de ciertas formas para no generarte ciertas cosas... y de sentir que estoy sacándome pedazos de mi misma. Tengo miedo de que algo de mi te asuste, te aleje... te aísle. Te limite, te perturbe, te moleste. Te encante y no quieras desperenderte de eso, pero yo sigo siendo lo demás y no voy a querer dejar de serlo. Tengo miedo de que te pase lo que siempre me pasa a mi... condeno a la gente a ser de ciertas formas porque mis reacciones cambian ante lo que me muestran... y a veces no puedo controlar que cambien desfavorablemente, y que aleje a las personas... Temo que algún día me olvide de todo esto, y me ponga los disfraces otra vez, y me limite a un número finito de variables que pueda presentarte, o peor, me limite solo a las variables que dijiste que te encantan. Tengo miedo de decidir ser lo que me salga, y que no me guste tu respuesta, y entonces decida dejar de ser eso, así como si pudiera, además de cambiarme la ropa, cambiarme la piel. Tengo miedo de que ya te hayas dormido, que te hayas enojado, que me digas que finalmente nunca vas a conocerme... Yo sé que no es así... Yo... espero... que no sea así, que no te hayas ido. Que no confundas a esta con la niña dolida, ni la niña triste... que no creas que esto es otro difraz más... Y que no lo sea. Miedo de que con tantos miedos me olvide que estás ahí, atrás de la puerta, esperando a que te deje entrar.

1 comentario:

  1. Por miedo acabamos convirtiéndonos en el producto del otro. Ya no somos nosotras mismas, no nos reconocemos.

    Quien te quiera ha de querer también tus contradicciones. Seamos auténticas.

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