jueves

Leías mis sueños. Tu respiración se condensaba antes de llegar a mis labios. No estabamos tan cerca esa vez, pero aún así sabías decirme si dormía o velaba. Decías que me escuchabas la respiración. Todavía lo decís. Pero respiro menos.
Leías mis sueños. Soñaba que soñábamos y amanecíamos desnudos, abrazados, besados, transpirados. Soñaba que volvías, que extrañabas contarme mis sueños antes de que los sueñe. Buscaba esa noche algo que me devolviera el aliento, algo que me escuchara antes de sonreír. Alguien con paciencia para esperar las palabras exactas. O esperar que yo las encontrara, para mí, y entonces dejara de necesitarlas.
Leías mis sueños... leías que nos soñaba, y te reías, y yo creía que de mí te reías. Me estropeaba contra esos sueños, contra la cama en la que los soñaba. Recorría el mapa como si con el dedo trazara líneas sobre tu piel, buscándome. Buscando algo que fuera sólo mío, algún secreto, alguna tontera, alguna ridiculez, tesoro, motivo razón o circunstancia.
Vos seguías ahí, semidormido. Y seguías leyendo mis sueños. Adivinándolos a partir de cambios en mi respiración, en la posición de mis pupilas (¡aún cuando tenía los ojos cerrados!) en la tensión de mis manos (bueno, eso era más fácil), en la fuerza con la que te abrazaba si dormíamos en la misma cama. Y me jodía un poco leer tus lecturas.
Vos leías mis sueños, yo leía que me leías. Horas de silencios inmensos, infinitos.
"Soñé algo."
Sonrisa, caricia. No quería que tuviera el mismo final.
Que elegía lo que soñaba, eso me hubiera gustado soñar.
Que los sueños dejaban de tirarme con realidades paralelas.

¿Qué es eso de soñar que nos escuchamos, nos miramos, nos besamos, nos sentimos, nos transpiramos... Somos...


Me ahogaba con la almohada para que pensaras que me había dormido. Y te escuchaba llamarme y me quedaba quieta... quieta... quieta.
¿Qué pasa?
A algunos sueños no los leías. Algunos se te escapaban disfrazados de días, de inventos e historias tristosas que algún día voy a escribir acá.


En mi mente volvía a esas calles y esos mapas, los caminaba despacio, dejando que las curvas de piel grisácea me llevaran hasta mi tesoro. Cerré los ojos con calma... apreté un poco la mano izquierda y con la derecha apreté el abrazo. Dejé que la respiración se volviera tan normal como fuera posible.
"¿No podés dormir?"


Sueño que soñás conmigo.