miércoles

La ciega

Besos fríos
vacíos
por la piel de su cuello, de su espalda.
La ciega los escucha.

Pasos del fantasma y de las locas
que ven, que ríen
pasos de los actores y actrices
que bailan.

Aplausos de la ciega, cuánta música, cuántas risas!
Ella está contenta, sonríe, la ciega.

Las plantas de sus pies se alzan,
apoyado sobre las palmas
de las manos locas.

Ella lo escucha decirle que baje,
que baje la cabeza,
que baje los brazos,
que baje los hombros,
que siga jugando.

Pero el fantasma solo siente los gritos de la ciega.
Y la ciega calla,
y habla bajo
porque las locas gritan.

Y si las locas gritan,
y la ciega grita,
el fantasma calla.
Ella no quiere que calle.

Quiere verlo, la ciega, a su fantasma,
pero ni ella mira, ni él se deja ver.

Cae el sudor por el cuello de la ciega,
ríen y aplauden los actores y actrices.
¡Cuántas cosas!, dice la ciega,
Y el fantasma sonríe,
y le besa las piernas.

Y el aliento helado del fantasma alcanza las tetas,
y las manos...
La ciega es rápida y lo agarra,
y lo envuelve y devuelve y
¡no,
yo no quiero!

¡Yo no quiero tus besos fríos!
¡Yo quiero los besos que les das a las locas!