jueves

-Mirá pa, ¡es un animal! ¡Es un elefante!
-¿Dónde?
-¡Ahí! Mirá. Le falta una oreja, pero es un elefante.
-¿Vos decís? Bueno, supongo que podemos hacerle la oreja. ¿Todavía queda material de la construcción?
...
Logró alcanzar la velocidad suficiente para llegar hasta la roca, que caía por la pendiente irregular. La tomó con sus manos, la examinó, y alzándola comenzó a subir la ladera de la sierra. Una vez arriba la colocó en el lugar desde donde se había caído, y volvió a sentarse en al lado de la enorme figura. Estudió con atención la oreja derecha del elefante gris. 'Es perfecto, es una perfecta obra de la naturaleza.' se dijo. Y continuó observándolo un largo rato. Cómo su cabeza de piedra se unía a la trompa de rocas más chicas, y al cuerpo, una piedra enorme con algo de mica, que yacía en una parte plana del paisaje. La cola estaba constituida por piedras aún más pequeñas que las de la trompa, y las patas eran tres: la cuarta estaba, segun la observadora, debajo de la panza del elefante. Las demás estaban dispuestas de manera tal que daban al animal apariencia de cansado. Los ojos, había aventurado ella, eran dos manchas más oscuras -una verde y la otra marrón, pero su corta vista no alcanzaba a distinguir tal cosa, y si hubiera alcanzado tampoco importaba- que estaban dispuestas de forma casi paralela -una más arriba y una más abajo, pero desde donde ella estaba sentada eso no distorsionaba tanto la imagen- sobre la piedra que formaba la cabeza. Y después estaban las orejas. Una, la derecha, era un poco más chica y se había aventurado a correr cuesta abajo hacía aproximadamente una hora. Y ahora lo había hecho por segunda vez. En ambas oportunidades la observadora había alcanzado la piedra, la había tomado antes de que se mezclara con las otras, y la había vuelto a dejar en su lugar. En donde debía estar, claro... nadie había construido a ese elefante, o quizás sí pero nadie lo había construido después de que ella llegara así. Por lo tanto, así tenía que permanecer, para que ella pudiera observarlo, estudiarlo, entenderlo, interpretarlo. La oreja derecha se balanceó algunas veces, y tras un suspiro por parte de la chica, volvió a intentar descender por la sierra. Y lo logró, claro, hasta que alcanzó sus manos. 'No entendés.. tenés que quedarte ahí. La naturaleza quiere que estés ahí, y no entendés que no hay nada ahí abajo para vos. Que te corresponde estar acá.' Cansada llegó hasta el elefante y le devolvió su oreja. Y así cuatro, cinco, seis veces. Apuraba a sus pies para alcanzar la roca lo más pronto posible. Y estiraba las manos para evitar que fuera más allá, que se perdiera en el espacio, para no privar al elefante de su capacidad auditiva durante más tiempo. Y la atajaba, recibía un golpe por parte de la piedra que ella interpretaba como desobediencia. Le pegaba más fuerte. 'Me estás decepcionando así...- le decía, y volvía a explicarle cuál era su lugar, a dónde tenía que permanecer. A dónde era mejor que estuviera, a dónde era más útil, a dónde, por lo tanto, iba a ser más feliz. Por qué, si se quedaba al lado de la cabeza del elefante, iba a estar rodeada de otras como ella, que la iban a ayudar a ver más allá, a entender más. A estar mejor... a ser una roca como la gente, a estar donde estaban las demás rocas.
Por séptima vez la roca se balanceó y cayó, pero esta vez sus pies no fueron tan rápidos, y la roca llegó hasta otras rocas que estaban más allá, de otros tamaños y formas. Y se partió en varios pedazos. Sorprendida, ella se acercó y estudió las diversas partes. Palpó el material, lo tuvo entre sus dedos, lo desarmó... porque se desarmaba tan fácil, porque era tan distinto a lo que ella creía.
-No sos roca..- volvió su vista hacia el elefante, el elefante sin su oreja izquierda, incompleto, y lloró.

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