domingo

Él las amaba en silencio, ella escuchaba sus silencios y los traducía.
Quería ser víctima de ese amor, y fue víctima de los silencios.
Nunca pudo escucharlos, y a él, cuyos silencios ahora escuchaban otras,
no le alcanzaban las palabras para traducirle su amor.

miércoles

Muy 'a veces' son los besos. La mayor parte de las veces son los hilos que conectan nuestro cerebro con los labios, lo que sentimos con lo que hacemos. A veces no sentimos... y hacemos. Pero por lo general si sentimos hacemos, y ahí mezclamos todo. Y entonces hacer algo indica un cambio, algo que dejó de ser igual... para alguno de los lados. Pero el otro lado hace por hacer, sin sentir, y nosotros esperamos ese momento en el que nos demos cuenta qué cambió, en el que podamos gritar felicidad porque no somos los únicos ingenuos que se dejaron afectar por eso que pasó. Para no sentirnos solos, para no tener que decidir si nos resultamos graciosos o nos damos lástima.
Él te dio un beso, y para el segundo beso vos ya veías a tus nietos correr por el patio. Te perdiste del beso... y ya está, si todavía recordás cómo se sintió tenés suerte- al menos te acordás de la mitad. ¿Qué sintió él? Andá, preguntale.
¿Notaste que volvieron de la mano a casa? ¿Cómo se sentía su piel? No... no su piel mientras hacían el amor. Eso pasó en tu cabeza y él todavía no quiere hacer el amor. Primero quiere sostener tu mano. Primero quiere acercarse a vos.
No podés responderme porque no sabés. Porque la piel de su pecho y sus hombros estaba cálida en tu mente. La mano de quien camina a tu lado está fría... tiene frío y si estuvieras ahí, sabrías que quiere que lo abraces.
...
se mata la confianza que estuvo ahí alguna vez. Que antes de ese beso fue la normalidad de dos personas que se querían. Pero que después... quién sabe después. Y nos retorcemos para encontrarle una explicación a la fruncida de ceño, el doble parpadeo, el vestigio de sonrisa, el cansancio o felicidad de nuestro interlocutor. ¿Y si después no te quiere más? ¿Y si él no pensaba lo mismo que vos? Nos esforzamos en pensar lo mismo que él... y no llegamos a sentir la mitad de la sorpresa de cuando realmente estamos sintiendo lo mismo. Saber si el cambio va a ocurrir o no, si el mundo dejó de girar para él tanto como para nosotros... ¿en qué piensa? ¿me buscará? ¿lo tengo que buscar yo?... Demostrame que hubo un cambio, mi amor, que quiero decirte así sin tener miedo de que ya no me quieras, de que nunca me hayas querido, de que sea todo fantasía mía.
Nunca dejaste de fantasear... y lo peor es que sabés que si hubieras estado ahí, realmente estado ahí, no te cabrían dudas. Y después no te caben dudas de los momentos en los que estás, pero cuando no estás te asusta, y te encerrás, y te quedás encerrada... y te volvés hacia los besos que ya no te acordás si fueron o si vos pensaste que iban a ser. Y los culpás de hacerte reconsiderar las cosas, controlar que no estés olvidándote puntos de vista, que no estés malinterpretando una situación. Cambiaron las cosas y podés percibirlo, ¿pero para qué lado cambiaron? ¿Por qué cambiaron? ¿Por qué no podemos portarnos como si fueramos amigos y besos y amarnos? Entrar en esta categoría social de "noviazgo" nos convierte en esclavos de un debería, nos confisca las sorpresas que antes se daban tan fácil, que no "tenían por qué" estar ahí.

Construimos una vez un puente, un puente valiosísimo, un puente que brillaba como si estuviera hecho de rayos de sol. Admirábamos cada momento en el que una nueva pieza (por pequeña que fuera) era agregada a nuestro puente, y amábamos poder comunicarnos con la isla que era el otro. En un momento nos dijeron que esos que parecían rayos de sol lo eran realmente. Entonces cada piedrita, cada trozo de madera, cada figura tallada en nuestro puente, cordon o columna que lo sostuviese... ¿qué valía, si teníamos rayitos de sol? Sí, estaban ahí. Eran necesarias para la existencia de nuestro puente. ¡Pero había rayitos de sol! Ante ésos, las demás cosas se volvían insignificantes por sí mismas- pero necesarias. ¿Y ahora qué hacemos, amor? De repente empecé a decirte así... supongo que porque, bueno, las amistades no tienen rayitos de sol. Y no, bueno, no, no eran rayitos de sol lo anterior. Eran parecidos.
Tonta.
Quisimos cuidar eso que ahora sabíamos que eran rayitos de sol. Y lo perdimos en el intento de conservarlo... por dejar de prestarle atención a las piedritas, la madera, las sogas y columnas. El puente de rayitos de sol no se sostiene por sí solo. Y el puente sin rayitos de sol es diferente... quizás pasa a parecerse más a los demás puentes.
Un noviazgo está hecho de te-amos y besos. Y visitas a ciertas horas cada ciertos días. Y amores y encuentros físicos, emocionales y psicológicos de diversos tipos. ¿Y en qué se diferencia de una amistad? ¿En que los rayitos de sol tienen título de rayitos de sol?

Buscamos algo que haya sido el detonante. Eso que nos llevó a considerar las cosas, a ver que algo era diferente. Sólo muy 'a veces' son los besos.



Un poco se trata de saberte, a veces.
Otras veces de esperar no saberte.
Mayormente de querer no saberte.


Sorprendeme...
Silencio en el que deja de ser uno y otro, otro y uno
y son...
eran.

Vos siempre vas a ser vos...
vos siempre vas a ser vos...

y (eran) son (siempre van a ser) voces diferentes.

No es una decisión sin tomar
lo elegí hace mucho tiempo.
te elegí un lugar a vos. [bis]

Duele... que haya sido yo misma la que rompiera esa decisión.


-¿tuviste miedo?
-No...
-¿tenés miedo?
-Sí...
-¿a?
-Su voz... que es mi voz, que es cada una de mis voces.
-¿a?
-Huír, desunir, destruir.

Catarsis.. catástrofe.. cataclismo.

Si siempre tiene que haber un precio,
y la idea de ese precio es que sea impagable,
por qué esperaba que me alcancen las monedas?