jueves

-¿Se te ofrece algo? -preguntó la Magnolia, en francés.
-No... -dijo él, un poco dudoso.- ¿y a usted?
-Sí. Hace frío acá arriba, y hace mucho que no llueve también. Si podés traer un poco de agua, después podría pagarte.
Él hizo lo que la flor le solicitó, tan rápido como pudo. Trepó el arbol con cuidado, dejó su remera envolviendola, y bajó. Para cuando llegó al suelo tenía algún que otro raspón, y no se sentía bien. Regresó al día siguiente, y la Magnolia ya no lo recordaba, o fingía no recordarlo.

El niño se acercó a la flor que estaba en el piso. La rodeó y le devolvió la sonrisa. Se agachó a su lado, y apoyó su nariz contra uno de los pétalos. Muy despacio depositó un beso en uno de los pétalos rojos. 'Sos bonita.' Le dijo. La flor pareció volverse aún más roja, y bailó para él. Después él tuvo que partir, y, prometiendo a la flor que iba a regresar al día siguiente, dejó su bufanda para protegerla del viento. A la mañana siguiente efectivamente el niño volvió a ver a su flor. Repitiendo el ritual la rodeó y le sonrió, la besó en uno de los pétalos, y conversó con ella durante toda la tarde. A la hora de irse la cubrió con su bufanda.
-Esperá. -pronunció la flor, en el idioma de las flores. Pero el niño, por ser niño, entendió. - Yo también quiero que te lleves algo de mí.
Entonces el pequeño tomó uno de los pétalos, miró (primero con preocupación, después con temor y finalmente con aceptación) a la flor, y tiró de él suavemente. La flor intentó no quejarse, sin embargo podía percibirse su dolor. Él se llevó el pétalo consigo, y lo dejó en su hogar. Al día siguiente regresó con un sentimiento de culpa y una regadera con agua.
-Tomá. Perdón por haberte quitado el pétalo, Flor. Seguramente era mejor que me quedara... no sé, con una hoja, que quizás no te dolía tanto.
La flor no se sintió ofendida en lo más mínimo por el accionar del niño. En cambio agradeció el agua y dijo que lo de ayer no había sido nada, mientras que sus lágrimas caían disimulándose entre las gotas. Esa noche, el niño llevó una hoja consigo a su hogar.
-Buen día, Flor. - lo saludó al día siguiente. Ella le preguntó por la hoja.
-Gracias por ella. Está en mi hogar, junto con el pétalo. Lo noté un poco más... deteriorado, que cuando me lo llevé. ¿Vos sabés por qué podrá ser eso?
La flor sabía la respuesta, pero prefirió esperar. Claro que fuera de sí, el pétalo no sobreviviría mucho tiempo. Así como tampoco lo haría la hoja.
Tan fuerte era el vínculo que había entre ellos, que un día el niño se acercó a la flor y en voz muy baja le preguntó, 'No querés venir vos también allá donde yo vivo?' La flor se mostró al principio descolocada, y después, mientras pasaban las horas de la tarde, fue aceptando la idea. Esa noche el niño comenzó a tirar del tallo y, entendiendo los quejidos de la flor como parte de la conversación, la lastimó de modo tal que ella, para defenderse, se enroscó y se protegió de todo lo que fuera ajeno a sí misma.
-¿Qué pasa? ¿Qué pasa, Flor? ¿Te lastimé? -El niño lloró por tres días seguidos. Pero la flor ya no volvió a hablarle, ni a seguirle sus juegos inocentes. Sin más que hacer ahí, tomó su carga y continuó viaje.

No había hecho diez metros cuando encontró la siguiente flor.
-Hola. -dijo, no tan seguro como la primera vez que había entablado un diálogo con una de esta especie.
-Ho...la. -contestó la flor. Era de un color violeta intenso, aparentemente pequeña, aparentemente indefensa. Se cubría de hojas y sólo se podían ver sus ojos, oscuros.
-¿Por qué te escondés?
-Porque no soy tan bonita como las otras flores.
El niño la rodeó, acercó su nariz y aspiró su perfume, y la besó suavemente en uno de los pétalos. Ella se le quedó mirando, silenciosa. Siendo ya de noche, él se quitó el saco y lo usó para proteger a la flor. Ella estaba encantada, y lo siguió con la mirada cuando él se alejó hacia su hogar.
Al día siguiente volvió el niño a ver a su flor. Y al llegar la noche, y sin dudarlo, tomó uno de los pétalos y tiró de él, guardándolo en la palma de su mano. La flor, ingenua, se quejó poco del dolor.
-Entonces vos sos más fuerte.- dijo él. Pero todavía pensaba en la flor color carmín, y no podía evitar la comparación. La violeta hablaba poco, notó el niño. Y no bailaba. Era silenciosa, y estudiarla y entenderla era una de las cosas más interesantes que él había hecho jamás.
-A vos también te gusta observar a los demás, y por eso te quedás callada. -dijo una vez. Y estaba en lo cierto. - Quiero que vengas conmigo. - dijo el niño. Y sin pensarlo arrancó la flor, que sin poder evitarlo notó cómo perdía su vida en las manos del niño y se dejó caer. Poco antes de morir llegó hasta donde estaba la otra flor. La flor roja de la que el niño tanto le había hablado. Y era otra más de estas que se veían mucho más bonitas. La violeta se dejó caer de las manos del niño y se aseguró de hacerse tan pequeña que nunca más la volviera a encontrar.

No pasó un año antes de que el niño conociera a otra flor. Para acercarse a esta tuvo que aprender a escalar árboles, la Magnolia crecía en las ramas altas y él quería conocerlas vivas. Así hizo, y una vez que estuvo al pie de una de ellas, su nariz unos pocos centímetros por debajo de los pétalos, la besó.
-Ey. -dijo la flor.- ¿Quién sos? Olés a flores. ¿De donde venís?
-De abajo. Yo siempre vengo de abajo. Para vos todos los demás están abajo, porque vos estás muy alta.
-No. -refutó la flor.- Vos me ves alta porque creés que esto es arriba. Y yo creo que te estás confundiendo. Pero bueno, no me hagas caso.
El niño permaneció en silencio esta vez. Era un silencio de estupefacción, al principio no sabía cómo responderle y después se dio cuenta de que no necesitaba responderle.
-Yo te conozco a vos. Y vos me conocés a mí. ¿Por qué no me dijiste nada?
-Porque no quiero que te acuerdes de eso. - respondió el niño, reconociéndola al fin.
-Pero te lastimé. Perdón. Yo... era demasiado egoísta. Lo sigo siendo, pero distinto.
-No. No hay nada que perdonar.
Él se estiró para intentar besarla, pero sus pies eran demasiado cortos, su cuello demasiado corto, sus brazos necesitaban sostenerlo y de todos modos también habrían sido demasiado cortos.
-No te alcanzo.
-No querés alcanzarme.
-Sí, quiero. Quiero y pienso probártelo. Voy a alcanzarte y tomar algo de tí, porque quiero algo tuyo conmigo para que sepas que sigo recordándote.
Y bajó durante la noche, hacia su hogar. Y mientras caminaba de vuelta se cruzó con esa manchita de color con la que se cruzaba todas las veces camino a casa.

La rodeó como siempre la rodeaba, sonriéndole sólo con curiosidad. Pero esta vez la manchita le llamó la atención.
-Ey. Hola. Vos te la das mucho de hablar allá, pero al final a mi no me saludás nunca.
El niño se volteó y miró con más atención, descubriendo una flor que hasta ahora había sabido pasar desapercibida.
-¿Qué tal? -preguntó. Y le sonrió ahora con más ganas, y acercó su nariz a ella, y la besó en uno de los pétalos. Ella no tardó en sonrojarse como se sonrojan las flores azules.
-Yo bien. Como siempre supongo, acá en mi asiento de espectadora, tengo una de las filas de adelante. ¿Vos como estás?
-Triste.
-Ah.. ¿se puede saber por qué? ¿o por cuál? Ya sé. La roja.
-No, no...
-¿Violeta?
-No, no. ¿No supiste nada de ella? La estuve cuidando después de todo lo que pasó. Y volvió a crecer y está más fuerte que nunca.
-Me alegro. ¿entonces? ¿Qué te tiene mal?
-La blanca, la magnolia.
-Ah... claro. Seguís mirando para arriba-
-¡¿Y para donde carajo querés que mire?!
-Si crecieras....
-Falta mucho para que crezca. Y la flor roja cree que eso nunca va a pasar.
-Bueno, a decir verdad...
-Si dejás de insultarme sería más cómodo contarte lo que me pasa.
-Perdón. Es que me exaspera a veces.
-No.. está bien. Mejor me voy a dormir.
-Pero está lloviendo.. a mi también podrías dejarme algo para que me abrigue.
El niño se quitó la remera y envolvió la flor azul con ella. En silencio caminó hasta su casa, y cada mañana y noche que volvía a pasar por ahí, conversaba algunas palabras con la flor azul.

Fue una mañana en la que el niño llegó, la rodeó, le dedicó una sonrisa y la besó en uno de los pétalos, que la flor reaccionó de golpe en contra de su ritual.
-Si dejás de hacer eso me hacés un favor. Me estás tratando como tratás a todas las demás flores, y sé que a ellas las querés o quisiste porque... porque te gustaban. Si vas a tratarme así... entonces yo también quiero tratarte así.
Finalmente transcurrieron suficientes mañanas como para que la flor le dijera al niño que quería que él tuviera algo de ella.
-Pero cuando de las otras me llevé sus pétalos, o me llevé sus hojas, o quise que vengan conmigo, salieron lastimadas y no quiero lastimarte también.
-Adelante. Sacá uno. Mañana podés sacar otro, y así... supongo que con uno va a estar bien.
El niño hizo como ella le decía. En cierto punto a la flor sólo le quedaban tres pétalos, y mientras el llanto se escondía detrás del tallo, levantó sus ojos hacia él. Se acercaba la noche y ella pensaba, una vez más, entregar una parte de sí para que ésta fuera a parar al hogar del niño -seguramente entre sus brazos, pero como un fragmento de sí misma.
-No quiero lastimarte, pero yo también quiero tener algo de vos conmigo. No quiero hacerte llorar y por eso te cuido, y te abrigo con mis ropas, y te traigo agua cuando hay sequía y refugio cuando hay tormenta. Porque la única forma en la que puedo tenerte--
-No, esperá... -lo calló la flor. Y entonces entendió todo, y le sonrió comprensivamente, y se acercó hacia la mano del niño para ser acariciada por su piel. - ¿Tengo que dejar que me lastimes para saber que te importo?


mikaera.

2 comentarios:

  1. tienes gancho, sigue en ello, sigue practicando.

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  2. lo genial de las metaforas es que, a pesar de que se espera que sean "interpretadas" de cierta manera, cada uno puede hacerlo a su gusto. incluso se puede esconder en ellas cosas que no se quiere que los demas interpreten, pero uno sabe que estan.
    me gusto leer esto, y me hizo recordar algunas cosas tambien.
    por ultimo(y sin intenciones de sonar emo), creo que hay belleza hasta en el dolor, de las flores o de quien sea. todo sirve para aprender, y despues volver a tropezarse de maneras mas rebuscadas, admirar lo que paso, y seguir haciendo lo mismo indeterminadamente... (?)
    saludos para uste'

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