martes

El fantasma caminó hasta mí, vestido con su traje blanco con el que solía vérselo vagando por los pasillos de aquella casa. Me despertó de un sueño entre tus sábanas de seda, y abrí los ojos sintiéndome extrañamente en casa.
-Hola. Volviste. - le dije. Sí, esta vez también lo esperaba. Él asintió, y acercó su rostro pálido hasta mí.
-Me voy.- me anunció. Lo miré incrédula.
-¿Para?-pregunté, casi sin poder imaginarme otra respuesta. Los fantasmas... simplemente no se iban. Él rió.
-Porque ya no tiene caso que me quede. Cumplí mi función. Y escuchate. Hasta te estás hablando en primera persona.
Le di la razón sin entender del todo por qué lo hacía. -Y ahora, ¿a quién voy a temer? Y ahora él, ¿va a seguir pensándote cuando no estés?
-Che... él nunca notó mi existencia acá. ¿Pensabas que sí?
-Pero si es por él por lo que seguís acá.
-No... él no va a seguir pensándome. Y no vas a temer a nadie, o si seguís así probablemente termines asustandote de vos misma, como alguno predicaba al principio.
Reí. -¿Sos eso? ¿Sos y fuiste sólo una idea?
-No. Pero sí te puedo decir que vivía de tu sangre, vivía de tu energía, y el tiempo que estuve acá... perdoná si te sentiste un poco incómoda, un poco cansada de todo o no entendías bien dónde estaba la vida que te faltaba.
-Sí... supongo que me di cuenta de eso. Lo que no sabía era que podía--
-No, si hubieras podido "deshacerte" de mí, lo hubieras hecho. Y lo intentaste muchas veces. Pero morimos solos.
-Últimamente te habías vuelto tan silencioso que no notaba tu precencia.
-Por eso estoy muriendo a decir verdad. Me descuidaste, eh.
-Sí. Es cierto, me ocupé un poco más de mí, de él...
La figura blanca se volvió hacia la puerta.
-¿Te vas así? ¿Por la puerta?
-¿Por dónde más?
-Pensé que te ibas a desvanecer, o algo así.
-Algo así como eso que en tu pueblo le dicen "borrón y cuenta nueva". No, querida. Vos ya me creaste, yo tengo piernas y un cuerpito que está bárbaro, estoy lo suficientemente orgulloso de mi mismo como para volver en cuanto vea que de vos puedo seguir alimentándome.
-¿Así que de mi depende?
-De vos... sí, en parte. Todo, desde que decidiste empezar a entender las cosas, depende en parte.


Lo vi partir y cerrar la puerta a su paso, y una parte de mí corrió tras él.. asegurándose que doblara en la esquina de Medrano y Corrientes, que se mezclara con la niebla de las cuatro de la madrugada, que hiciera todo como correspondía. Y él así lo hizo; yo me quedaba entre tus brazos y escuchaba nuestras risas.

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