viernes

Sostenías la guadaña y no era para bajarla sobre mi cabeza. Tu mano imaginaria voluntariamente extendida hacia adelante, hacia donde estaba yo. Pero nuestros ojos no se encontraron... sólo podía ver el reflejo de los tuyos que caían sobre el vidrio y sobre mi espalda.
Te movías en las sombras. La piel blanca, la ropa oscura, la paz(ciencia) que te caracteriza me confirmaban que se trataba de vos. O quizás no eras vos en el mundo real, pero lo eras en mi mundo. No me apurabas, no venías a juzgarme, no me pedías nada. Al mismo tiempo esperabas que tomara tu arma y la bajara yo misma, me recordabas que juzgara mis acciones, que decidiera.
Me tendías aquello que había ejercido la condena sobre tus actos, para que reconociera la falla en mi y dispusiera el castigo.
De no haber castigo, seguías ahí vigilándome, tu respiración invadiendo mi silencio inmóvil, hasta que cometiera otro error y estuviera dispuesta a dejarlo todo otra vez.

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