martes

Entonces me imaginé, nos imaginé, en una de esas charlas nocturnas en las que nos había imaginado antes de tu tiempo. En una de esas charlas que nunca habían pasado. Entre un mate y mate, sentados en la mesa de tu cocina. O caminando por la calle hablando de alguna película. Dejando de lado los disfraces y los 'puedo todo', para ser.

Mi mano en tu brazo, y en ese momento no tenía nada más que tus palabras en mi mente. Porque sí, a veces me pasa, a veces nos pasa que tenemos más de una cosa para pensar, y pensamos y somos más de una cosa.
Y entre palabras, citas, sonrisas... baja el agua del termo, pasan las horas, nos dejan los besos.

Después el cielo ya no está tan oscuro, y el frío húmedo a la mañana se siente atrás de los pulmones. Y te imagino a mi lado, y andamos juntos, y nos reimos de nosotros mismos. Si llegamos a casa, todavía no se despertó nadie. Y vos me conocés lo suficiente como para seguirme en tu sigilo, con esa gracia en tus pasos, y entrar a mi habitación y esperarme ahí. Y cuando me abrigan las sábanas tu recuerdo está ahí, conmigo. Ahí, me abraza. Ahí, a unas siete de la mañana que nos encuentran con los ojos atentos, espiando por mi ventana como Venus se funde con el resto de la luz.

Y cuando despierto a mediatarde, me arreglo para ir a verte. Pienso en mi sueño, y doy vueltas en mi cama para encontrarte. Como no estás, escribo tu nombre en la tela y me visto. Me disfrazo para vos como parte de un juego eterno donde los amantes se ponen y sacan la ropa, se cubren y se descubren para volver a verse.

Llego a vos, y cuando son las dos de la mañana, y yo ya estoy desnuda y vos ya estás dormido, también desnudo, te miro, te siento, y sueño mi pensamiento. Y vos, y mi voz, vamos por calles en las que el frío no importa. Y vos, y mi voz, vamos de la mano, nos damos de esos gustos que me imaginé antes de tu tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario