Despertó aterrada otra vez.
- No es más que una ilusión. - Se dijo, y consiguió milagrosamente calmar su respiración y su pulso. Los síntomas físicos la tenían harta, no conciliar el sueño, el sangrado constante... Hacía varios días que una sombra blanca la seguía a todos lados. La asaltaba en los lugares más insólitos, y se divertía generando relaciones en su mente que no tenían razón de ser. Confundida, abrió algunas endijas de la ventana y miró a su alrededor. Comenzaba a termerle de verdad, y no quería que una idea -o al menos, trataba de convencerse de que era una idea- fuera tan poderosa.
- Hagamos un pacto. - le dijo al fantasma de su intelecto. -Vos dejás de aparecer tan de golpe, en sueños, asociaciones y demás.. básicamente, dejás de jugar conmigo, y yo te hablo. Podemos hasta intentar ser amigos. Pero dejá de sorprenderme así, en serio, te tengo miedo. Te reís de mi, y no me gusta.Entonces escuchó el silencio, normalizó su pulso por segunda vez, y se volvió a acostar. Ni bien cerró los ojos escuchó los golpes en la puerta. - Pasá.. -le dijo a su hermano, con voz de dormida. Ya era casi mediodía después de todo.
Se abrió la puerta, y una delicada silueta blanca se dejó ver. Caminó unos pasos hacia adentro de la habitación. Tenía cuerpo de humano, y vestía traje y camisa, ambos del mismo color de su rostro. Algo descolocada, ella se acercó al fantasma y sostuvo la piel blanca entre sus manos, descubriendo que en realidad no le tenía tanto miedo, sino que lo estaba esperando.
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