En él desaparece todo.
En él se esfuma lo que no sirve, lo que fue de antes, lo que no se ve ni se quiere ver.
Aturden los gritos de olvidos, de frases no dichas, de deseos callados. Generadores de lágrimas, de dolores y odios, de amores y pasiones de niña y no tan niña.
Por un escape entre sus ojos se ve el amontonamiento de las miles de bocas que quieren decir, y entre ellas se tapan, se matan, se escurren, se empujan unas a otras. Se retuercen, doblan, enredan con la esperanza de que alguien las descubra, les asigne alguna utilidad, y entonces pasen a ser cosas útiles, cosas muertas que caminan a diario. Saben que esas son las más visibles, las más a mano y por ende las más cuidadas. Las que no se desgastan ni se manchan con el tiempo, sino con el uso.
Por fuera reina el candado, que mantiene todo en orden absoluto, que ordena silencio sin palabras, miedo y desconfianza para los que no porten la llave.
Ingenuos que no saben que la llave también está dentro de él.
Junta recuerdos y los amontona.. después aparecen conexiones inconexas, uno se pregunta por qué hay un corpiño adentro de la caja de dibujos, y ella se viste con un papel.
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