Los acechaba un miedo irracional de entregarse a la irracionalidad de lo eterno.
Ambos temerosos, ella con miedo de volver a lo eterno de siempre, él con miedo de dejar lo eterno de su ahora.
Durante meses enteros permanecieron inmóviles, igual que el miedo.
Cuando el tiempo pasa con miedo es como si en realidad las manijas del reloj hubieran permanecido quietas. Nada vale el tiempo coartado...
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